En 2013, los hermanos Pedro y Nuno Ramilo se enfrentaron a un momento crucial cuando su padre les planteó un reto profundamente arraigado en las cuatro generaciones de tradición de su familia.
Aceptaron el reto con una única condición: trazar su propio camino. Su visión trascendía la noción de ser un viticultor más que elabora vinos decentes pero anodinos. Por el contrario, creían que su destino estaba en volver a conectar con su herencia ancestral, enclavada en las laderas del río Lizandro y las fincas arenosas de Colares. Aquí, entre las terrazas y los antiguos muros de piedra de sus viñedos ancestrales, se embarcaron en la misión de rejuvenecer las fincas familiares.
Sus esfuerzos consistieron en preservar venerables viñas e introducir otras nuevas. Hoy, los hermanos están a punto de convertirse en el principal productor privado del célebre vino Colares Ramisco, testimonio de su inquebrantable dedicación al legado familiar.